ROSTROS DESENMASCARADOS: QUITARSE LA MÁSCARA

Escritura de hoy   “Pero la mente de la gente se endureció, y hasta el día de hoy, cada vez que se lee el antiguo pacto, el mismo velo cubre sus mentes para que no puedan entender la verdad. Y este velo solo se puede quitar creyendo en Cristo”. (2 Corintios 3:14 NTV)

Pensamientos para hoy Cuando permitimos que las máscaras oculten nuestro orgullo, miedo, ira, amargura. . . o lo que sea . . . no podemos entender la verdad. La verdad de Jesús. La verdad de la Palabra de Dios. La verdad del perdón. La verdad de cómo Dios nos ve.

Como lo deja claro el pasaje de las Escrituras de hoy, solo hay una manera de quitarnos las máscaras o velos: creyendo en Cristo.

El primer paso es creer en Jesús como nuestro Señor y Salvador personal. 
 Somos hechos justos con Dios al poner nuestra fe en Jesucristo. Y esto es cierto para todos los que creen, sin importar quiénes seamos. Porque todos han pecado; ninguno de nosotros esta a la altura de la norma gloriosa de Dios. Sin embargo, Dios, con bondad inmerecida, declara que somos justos. Lo hizo por medio de Cristo Jesús cuando nos libró de la pena de nuestros pecados. Porque Dios presentó a Jesús como el sacrificio por el pecado. Las personas están bien con Dios cuando creen que Jesús sacrificó su vida, derramando su sangre. (Romanos 3:22-25 NTV)

Considera esto …  Cuando recibimos a Cristo, Dios nos ve como perdonados. Como justos. Una de las mayores bendiciones de la vida es entender que nuestra verdadera identidad está en Jesucristo y luego servirle como nuestro Salvador. Solo entonces las máscaras pueden comenzar a desprenderse.

A medida que seamos más transparentes con Dios y con los demás, seremos más y más parecidos a Cristo. Encontraremos que esta maravillosa relación crece a medida que nos enfocamos en él y su Palabra. 

Oración Señor, ahora me doy cuenta de que me he estado escondiendo detrás de una máscara. Escondiéndome de los demás e incluso de mí mismo. Lo peor de todo, escondiéndome de ti. Creo en Jesús. Creo que es tu Hijo, que vino al mundo y murió en la cruz por mis pecados. Lo recibo ahora como mi Salvador y mi Señor. Oro en su nombre…

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