Dios le da un gran valor a la libertad. Desde el principio, nos dio la libertad de elegir el bien o el mal, el bien o el mal, la obediencia o la desobediencia. Lamentablemente, Adán y Eva usaron esa libertad para desobedecer, y su desobediencia afectó la historia de la humanidad. Todo el mundo toma algunas decisiones equivocadas, y esas malas decisiones nos roban la verdadera libertad. Nos encarcelamos en muros de culpa, miedo, ansiedad, inseguridad. Las paredes varían, pero todos las hemos experimentado.

Al aceptar nuestra identidad en Cristo, podemos quitarnos las máscaras. Podemos comenzar a superar contratiempos, decepciones y otros problemas que pueden haber detenido nuestro crecimiento en él.

Algunas personas creen que pueden ganarse el camino al cielo sirviendo en la iglesia. Siguiendo diligentemente las tradiciones de la iglesia. Dando a los pobres y ayudando a los necesitados. Por ser en general una «buena persona». Sin embargo, la Biblia deja en claro que nunca podemos hacer suficiente bien para ganar la vida eterna.

Mientras moramos en la presencia de Dios alineándonos con su Palabra y pasando tiempo con él en oración, seremos fortalecidos en nuestra identidad en él. Mientras eso sucede, la gloria del Señor se verá en nuestras vidas.

Cuando recibimos a Cristo, Dios nos ve como perdonados. Como justos. Una de las mayores bendiciones de la vida es entender que nuestra verdadera identidad está en Jesucristo y luego servirle como nuestro Salvador. Solo entonces las máscaras pueden comenzar a desprenderse.

Nuestras máscaras a menudo esconden amargura, ira, tristeza y miedo. Con el tiempo, las máscaras pueden endurecerse.

¿Alguna vez te has escondido detrás de una máscara? ¿Te estás escondiendo ahora mismo?